Que puntual el señor presidente, hasta en el descanso.
¡Ahh!
Sí, señor presidente.
¡No quiero a ni a un sólo perro en las calles!
Claro, señor presidente
Todos los domingos temprano, salía el presidente Ubico de paseo dominical rumbo a Amatitlán, montando su moto para que todas las personas que estaban en la Sexta lo admiraran mientras pasaba.
Ya van 20.
¿Cuántos van?
Una mañana de domingo, Ubico salió a Amatitlán. Pasó por la Sexta y justo por el Portal del Comercio, un perro callejero se le atravesó. Sólo se escuchó un gran golpe, y todas las personas se quedaron calladas, observándolo. Ubico estaba furioso.
La mañana del día lunes, Ubico se comunicó con el jefe de Sanidad Pública para ordenarle para ordenarle que organizara una cruzada de exterminio canino.
Los empleados de Sanidad salían temprano a recorrer toda la ciudad, en busca de perros callejeros. Iban cuatro empleados, uno con la cubeta de arsénico; el otro con las jeringas; el tercero con los lazos y bozales y el cuarto llevaba la cuenta de los perros eliminados.
La muerte del perro no era instantánea, era en la noche cuando las decenas de perros caían en las calles. A media noche, un carretón de basura, llevado por mulas, pasaba recogiéndolos.